¿Cuándo
se considera literaria una obra?
Según lo
que hemos estudiado, un texto puede reunir las características de
ser ficcional, cumplir una función estética y representar distintos
discursos sociales, y sin embargo, no ser apreciado como literario, o
peor aún, ser considerado “mala literatura”. Entonces, cuando
empleamos la palabra “literatura” designamos no sólo un conjunto
de textos con determinadas características sino también un valor, o
dicho de otro modo, un reconocimiento social.
Los
juicios de valor, lo que hace que un autor y sus obras sean
reconocidos, son variables. Es decir, lo que cambia no
son los textos, sino el juicio sobre los mismos. Así por ejemplo,
Luis de Góngora ( 1561- 1627), considerado hoy como uno de los
poetas españoles más importantes del Siglo de Oro (siglos XVI y
XVII, llamados de Oro por su esplendor cultural), fue un poeta
incomprendido, por barroco y por complejo. Después de su muerte, su obra
cayó en el olvido hasta que trescientos años después, en 1927, un
grupo de poetas españoles, entre quienes estaba Federico García
Lorca, reivindicó su obra.
El valor asignado a una obra literaria depende de las instituciones sociales. El conjunto de obras y autores considerados valiosos conforman el canon de lectura. La escuela es la primera institución que forma lectores, o sea, que nos introduce formalmente a la lectura, al fijar en los programas listas de libros y autores considerados valiosos, y que por lo tanto forman parte del “canon de lectura”.
Pero la
escuela no es la única institución que forma el juicio estético
sobre la literatura; la universidad, las editoriales, los críticos,
los escritores, los medios masivos de comunicación son otras
instituciones que también participan en la construcción del canon
literario. En cada institución y entre las instituciones pueden
existir opiniones encontradas, no sólo coincidencias; por ejemplo,
la mayoría de los docentes de literatura coinciden en una serie
canónica de libros como El Quijote o Martín Fierro, pero
pueden tener opiniones diferentes sobre otros libros, que no por eso
dejan de formar parte del canon.
¿Y
el escritor y el lector?
En
nuestra cultura se reserva la denominación escritor
para quien escribe
literatura, si bien un periodista, o un filósofo también escriben.
Debemos recordar que el autor literario se relaciona con su discurso
de manera indirecta, es decir, inventa un emisor ficcional (un narrador, un yo lírico o los personajes de un texto teatral). Sin duda, lo que un autor escribe se relaciona con
su experiencia de vida, la clase social y el lugar donde nació, sus
posiciones políticas, su vida sentimental, etc, pero esto no
significa que sus escritos los reflejen directamente. Finalmente, un
escritor no se define por sí mismo; una persona no se convierte en
escritor por el solo hecho de querer serlo, sino por su relación con
las obras, los lectores y las instituciones.
Por
otra parte, el lector
cierra el circuito
que empieza con el escritor, porque es el destinatario de la obra.
Cuando hablamos de “lector” nos referimos al público lector, no
al individuo concreto que lee, sino al lector imaginario o ideal que
el texto prefigura; así, las novelas de Harry Potter están
destinadas a un público lector infanto-juvenil, aunque también
puedan ser leídas por adultos. La formación escolar tiende a
ampliar precisamente nuestras posibilidades de lectura: esto es lo
que hacemos al estudiar literatura.